martes, 20 de marzo de 2012


Literatura, creación productiva.

El dramaturgo Fermín Cabal era quien realizaba la conferencia para nuestra asignatura de Escritura creativa II. La presencia una cámara de televisión dejaba patente su largo recorrido en la profesión literaria.

Poniendo epígrafe a su conferencia expuso a modo de consejo y aludiendo a los escritores que no triunfan: —¿Si no sabes torear para que te metes? Así, parecía no existir el aprendiz. Aquellos que desean escribir debían serlo ya de forma innata: ¿escritores que no vuelven sobre lo escrito? Teniendo en cuenta que Fermín Cabal es también profesor de escritura esta expresión remitiría más bien a la dura realidad e imposibilidad para muchos de vivir de su creación literaria. Añadió que era un terreno agradecido si vales para ello, pero contradijo esta perfecta criba al hacer referencia a Miguel de Expronceda recordando la posibilidad de ser aliado de la valía y no del reconocimiento contemporáneo. Absolutamente somos circunstancia.

En su conferencia, sin duda, expuso astutos consejos y comentarios. Tener en cuenta al espectador en una obra teatral, cinematográfica o televisiva y al lector en la edición de un libro, es un buen apunte pues, tras el famoso tiempo de reposo de un escrito, esta intención ayuda al escritor a ser aun más objetivo y crítico situándose por encima de la subjetividad de su propio trabajo. Al plantear la renovación literaria como resultado de una variación concreta, era posible comprender que las grandes novelas con buena intuición pueden ayudarnos a crear otras versiones. Por otro lado, como lo comentó parecía hacer referencia directa al plagio y no tanto al homenaje como resultado de esa influencia. Plantear la literatura a modo de entretenimiento y no como una experiencia básicamente intelectual, era también un miramiento significante, pues así, es sencillo comprender que la novela dramática es generada principalmente a partir de elementos irracionales que rodean al ser humano. Una la escritura que se muestra plenamente como el arte de crear mareas de sentimientos. Pero aunque él dejaba prácticamente a un lado el propósito intelectual del lector, no por ello debemos olvidar la necesidad de que la lectura satisfaga exigencias más amplias. Este miramiento coincidiría con la frase mencionada por este escritor: «las buenas novelas (que) no se examinan de cerca». Así, es posible concretar nuevamente que el escritor y lector lee atentamente. Con los buenos textos, comprendemos que un buen escritor tiene el domino de su escrito para encauzar su pretensión. Fermín Cabal concretó que el dramaturgo realiza una escritura específica puesto que está condicionado por el formato dramático. Un formato que debe claramente dirigirse hacia la negativa y la contrariedad  para jugar con la fuerza de lo convulso, la connotación para sembrar la duda, la cercanía del presente, la expectación del pretérito perfecto, el distanciamiento de lo sociocultural del momento…

Sea cual sea la maña literaria o si el buen escritor obtiene el merecido reconocimiento, prefiero pensar en los escritores como saltadores de charcos salpicando con sus escritos a aquellos que deciden acercarse que pensar en ellos como ansiosos de lanzarse a una piscina llena.



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martes, 13 de marzo de 2012


Monólogo. ¿es que crecí?...No soy un gatillo.

(Una habitación sin más mobiliario que una silla)

Jugábamos. Bajar a las pistas del polideportivo era ya para mí haber comenzado un juego; toda una aventura. Para llegar a estas atravesábamos andando el campo y lo hacíamos siguiendo el sendero. A mitad de camino cruzamos por un puente de madera. Actualmente es de metal y salva el paso de un fuerte caudal no menos que entonces. Cuando el señor alcalde pensó en reconstruirlo la mayoría, sino toda, estaba de acuerdo. Ciertamente, el de madera era más chulo pero en la práctica ya no servía bien. En las pistas de baloncesto hacíamos los bandos, pero antes lanzábamos unos tiros. A mí delante de la canasta no me era difícil encestar numerosas veces seguidas. Cuando encestaba me sentía victorioso. En cambio, a mis amigos y compañeros de escuela, el realizar repetidamente acertados tiros les era complicado. A veces tan solo hubieran atinado si hubieran tenido en frente una red de canastas. Al fútbol…también jugábamos, pero…al no ser catorce jugábamos con otros chavales. También las chavalas se animaban. Incluso, en ocasiones demostraban más destreza que los chicos.

Algunas tardes la pelota rodaba cuesta arriba y cuesta abajo en la empinada calle del barrio. Teníamos que estar atentos pues si decían el nombre de uno, este debía recoger aquella esfera entre las manos, lanzarla de nuevo cuesta arriba y gritar otro nombre. A veces solíamos hacer algo de trampa diciendo el nombre lo más tarde posible. Si el asignado aquella tarde en decir “tiempo” decía: ¡tiempo!, aquel que tuviera entre sus manos el balón quedaba eliminado. El último en quedar era el victorioso. En alguna que otra ocasión ser el victorioso había significado para nosotros elegir un juego nuevo. Una vez reunimos todas nuestras fichas de dominó y las fuimos colocando firmemente una por una. Al dar a la primera un ligero toque fueron cayendo una tras otra en cadena haciendo que la gran espiral se viera de otro modo. Nos divertíamos.

El juego al que más me gustaba jugar consistía en lazarnos la pelota y si aquella nos había rozado el cuerpo exclamábamos: ¡muerto!, ¡muerto¡ Si la cogíamos en el aire ganábamos vidas. Era un juego en el que saltábamos, corríamos, nos tirábamos por el suelo… Éramos como animales, gatillos danzando entre los patios de la vecindad.  Siempre, sin excepciones, teníamos la oportunidad de estar en aquellos patios. Me hubiera extrañado mucho si las puertas de esos portales no hubieran estado abiertas en algún momento. A uno de los patios dejamos de ir. Olía mal, era… como tener todo el campo concentrado en ese olor. Era muy fuerte, agrio y cítrico al mismo tiempo, irrespirable. Yo al menos no lo aguantaba. Ese olor salía de la puerta completamente abierta de una de las casa. Supimos que era incienso de laurel negro. ¿En serio era para perfumar la casa?, pero allí dentro ¿eso dejaba respirar? Creo que no dejaría ni pensar. No me gustaba. Los mayores…Muchas veces no les comprendía. En las naves abandonadas del polígono viejo también había un olor extraño como a leña quemada que dejaba tarumba la cabeza.

En el campo también solíamos jugar. Construíamos cabañas, nuestras cabañas. La mejor de todas era la más cercana y la más simple. Únicamente habíamos puesto algo de ingenio para realizarla, el techo. Bueno el mantenerla también requería algo de atención. Cosas de la naturaleza. Los mayores no sabían nunca realmente por donde andábamos, pero también se trababa de eso; aunque, en verdad, sabrían que estábamos bien.

El escondite era uno de los juegos favoritos, todos absolutamente todos siempre querían jugar. Para escondernos, íbamos entre los laberínticos subpórtales. Allí, en penumbra, solo existía el blanco y el negro. Incluso el suelo casi valía como escondite. Era muy intrigante. Pero… ciertamente, debíamos tener cuidado. Perros y los gatos vagabundos rondaban por allí y molestarlos no podía ser bueno. Las columnas eran para nuestro juego del escondite una eficaz y graciosa construcción, pues girar sobre ellas para evitar ser descubierto era motivo de gestos entre nosotros. A veces acabábamos apelotonándonos en un mismo lugar, ya fueran aquellas columnas u otros huecos. Lejos hacían eco nuestras risas. En pleno juego, si el último, muy bien escondido, audaz y fugaz, lograba llegar al lugar en el que había comenzado la cuenta atrás burlando al contrario, decía: “por mí, por mis compañeros y por mí primero”. Por si acaso, no quedaba claro el “por mi primero” reafirmaba que uno mismo también se había librado. Pletóricos acudíamos a nuestras casas a por algo de merienda si es que no la llevábamos encima. Entre pan comíamos mortadela, chorizo, salchichón, chocolate…,otros galletas, otros solo pan o solo chocolate, otros un poco de todos. Así, juntos andábamos pasando el tiempo. Nuestras vidas eran a todo color o al menos para nosotros; no necesitábamos grandes cosas. Conscientes de lo importante, teníamos lo importante. Nuestras sonrisas, aunque muecas simples, así, lo demostraban. El día en sí, aun teniendo que ir a la escuela, era de recreo. Viviendo el momento… éramos pequeños, vivíamos, éramos... Una tarde alguien había hecho referencia al tiempo…pero… eso, no lo comprendí bien. Los suficientes, sin en cambio, parecía que sí y estaban dispuestos. El juego había comenzado. El resto… también parecía no querer jugar. Pero…solo lo parecía. Me vi sorprendido, y corrí… Me vi sorprendido escondiéndome… Pero ¿cuáles eran las reglas?. Yo no las había comprendido. ¡Cruci! Me pareció escuchar. Yo, seguía sin saber cuáles eran las reglas. El juego había comenzado. Estaba en el mar, en la tierra y en el aire; todo era juego. ¿Pero cuándo termina?, ¿era mi papel el quedarme allí quieto agazapado?, ¿cuál era mi papel?. Mi mente no estaba en blanco, pero desconocía cuál era mi papel en aquel juego. ¿Ayudarte a ti?, ¿yo?, ¿vamos juntos?, ¿voy solo?, ¿cómo?, ¿salvarme yo? ¡Tú no puedes ayudarme a mí, sin ayudarte a ti!, ¿eso lo entiendes? ¡Cruci, cruci!, me pareció escuchar de nuevo. El juego había comenzado. ¡Tú me has disfrazado…me has disfrazado…! Y así intente…Yo…Yo…le llamaba, y gritaba su nombre…pero… como si sordo estuviera o no escuchase salvo lo que quería, no escuchaba. No atendía. ¡Cruci, cruci!, le gritaba. Pero no…no…no me escuchaba. Y yo le llamaba y le llamaba y le llamaba… ¿Lo escuchas?, ¿cómo ibas a escucharlos si no cantan?. No los veré, no los verás… ¿me escuchas? Dime… ¿cómo el tiempo de juego no es mi tiempo? Solo tú tienes la respuesta…¿no lo comprendes?. ¿Cuál es la diferencia?, ¿es que no me escuchas? Yo quiero mi tiempo…alguien juega con mi tiempo… conmigo…mi juego… Allí, en verdad, no quería ser visto, ni ver. No quería ser escuchado, ni oír; no quería estar…yo no quería estar allí. Ese tiempo… para mi no era tiempo. Y entonces grite diciéndole: ¿has perdido la cabeza? Pero no se oía nada. Nada que fuera la respuesta. ¡Respóndeme!, ¿cuál es la respuesta?, ¿es rezar?, ¿rezar? En mi rezo, la súplica. En el eco se había perdido el sentido. Y yo estaba allí, también sin sentido. La pérdida lo tenía. La irreparable pérdida tenía el sentido y eso era irreparable. Había comenzado. Y…desde el comienzo sabían que el color verde abandonaba pronto de la partida. Yo, aun cuando lo estaba viendo ya lo había olvidado. Entonces escribí en un papel: el verde se pierde cuando se encuentra entre el blanco y el negro siendo en verdad ni blanco ni negro sino gris. Después seguí gritando. ¿Lo escuchas?, ¿lo escuchas?. ¡Es el comienzo! ¿No te conmueves?, ¿Estás dormido? ¡ójala yo estuviera soñando! Y aunque pareciera no escucharme le seguía gritando: ¡Tú!, ¡no te reconozco! ¿y el motivo?, ¿es que crecí? ¡estoy confuso! ¿cuáles son las reglas? ¡Escríbelas! ¡Escríbelas! ¿cuándo… se para… el tiempo? A él, al tiempo, yo sí lo sentía, era masacre, miseria, fobia… odio, amenaza, miedo, destrucción, pérdidas… desolación…supremacía…  ¿ese el recuerdo que quieres escribir en este papel? ¡Tú, eres tu propio espanto! ¿por qué te empeñas en buscar la diferencia? ¿en interrumpir la vida? La vida. ¡Eres tú! No eres fuerte, esa es la verdad. ¿Por qué te empeñas?, ¿por qué te empeñas en buscar la diferencia?, ¿me escuchas? Entonces… el juego ya había comenzado… ¿escuchas?. Alguien se acerca. ¿Le escuchas cómo se acerca?. Yo sí, lo escucho, no estoy sordo, lo escucho…pero no lo entiendo… y siento que desearé no seguir…no quiero jugar…no lo quiero… lo espectacular…la decadencia… el sufrimiento... No…no, puede ser ese el motivo, yo no tengo intereses…No me engañes. Yo le escucho y sé cual es su nombre. Él contestaría que olvidé aferrarme a mi mismo, a mis sentimientos, al afecto por mis seres queridos decidiendo atender las órdenes y pensar en las fronteras… en Dios. En todo menos en recordar mi nombre. Olvidé ser neutral… ¿olvidarme de lo importante…olvidarme de pensar…? ¡NO!, no te nombres como tal…me diría; eres otra cosa. Si participas, eres otra cosa. ¿dejas que participen? Eres otra cosa… ¿por qué no le hablaste antes de mí para que supiera su nombre? Él, ya viene… No puede ser verdad… ¿lo ves? Está ahí, me ve, lo hará, está dispuesto. ¿Y si me hiere?,¿y si no disparo?, ¿y si me hace prisionero?, ¿Cuál es la regla? Dispararé…yo no perderé. ¡Tú!, ¡tú!, perderás. Seré de los vencedores, de los que obtienen la victoria… (un largo silencio) ¿Y las fotos? He perdido las fotos, dónde están mis fotos, mi padre… mi hermana… dónde están…dónde están…quiero esas fotos, necesito esas fotos… mi madre… Entonces él ya estaba cerca. Note su respiración y me dijo al oído: ¿no te es vergonzoso pensar en el recuerdo, en la tranquilidad de esa casa, en el amor de tu familia…?, ¿en la vida?, ¿no te es vergonzoso seguir pensando? Tripas, deberías comer tus propias…tripas. Intolerancia y violencia y hacer las cosas mal…ese es el asco. Dios mío… respiré, respiré … Y entonces comprendí, él también me había escuchado. Me levanté y le dije en susurro: que no jueguen con lo que no es un juego. Yo no querré jugar, pues será perder aún creyendo haber ganado. Y entonces quise escribir en el papel: el…ya, no hizo falta. Me aseguré de que las fotos estaban allí, en mi cartera. Sí que estaban. Estaban donde las había dejado y respire tranquilo. Toda mi cartera la tenía en orden. Salí de mi escondite. Los demás me preguntaron qué hacía y si estaba listo. Listo para qué les pregunté, comprendí que se referían a ir a la escuela. Y pletórico, les respondí que yo siempre estaba listo para aprender cosas nuevas. Como de costumbre querían ir corriendo. Y entonces les grite que teníamos tiempo, que no era necesario que corriéramos. Ellos deseosos de salir escopetillados como gatillos salvajes no me comprendían. Ni si quiera yo me comprendía. Quieto les pregunté: ¿podemos ir caminando tranquilamente hoy? Decirme ¿podemos ir tranquilamente hoy? Sus caras eran la respuesta. Entonces… yo salí corriendo mirándoles ¿queréis jugar?, les grité desde la distancia. Escuchaba sus risas. Abrí mi cartera para cogerlos, había llenado lo menos siete u ocho y de todos los colores. El color verde ya se veía por los campos y con él, aun vendrían días más calurosos. Queríamos jugar. Nuestro juego había comenzado. Jugábamos.

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Qué es sino el escrito un instrumento multicultural?
En ello comprendo la importancia de la escritura, de los escritores. Unos escritores que con sus escritos trasmiten unos pensamientos ofreciéndonos la posibilidad de observar los contrates y las similitudes culturales. Escritores que interfieren en el cambio de mentalidad, en la renovación, en la interconexión.
Escritos con los que comprendemos el vertiginoso cambio que continuamente vive
el ser humano, pero que a su vez, nos dan cuenta de lo más importante y menos efímero: lo permanente en él, él sin fronteras.

Escritos que nos muestran la brujería de la escritura, que nos llevan a un instante concreto a través de los tiempos. Escritos con los que somos capaces de alejarnos del aquí y el ahora. Que nos hacen concretar que cuando todo se traduce en regalo comprendemos la sutil magia de la palabra escrita.
Un instrumento cazador de unas ideas que hace nacer nuevas ideas y que nos lleva a pensar en lo infinito y en todo lo que se esconde tras ellas. Palabras que hablan sin hablar. Y con ello, la intención del título de este blog “haches de muda” como esa visión infinita de la escritura, pues la hache en el escrito hispánico es la única letra que presente físicamente no interfiere en la forma hablada, pero ahí está presente en la escrita. Una escritura que tiene un algo infinito pero siempre necesita y ha de apoyarse en lo finito. Lo inmutable e invisible dentro de lo mutable y físico. La hache se convierte en lo escondido, en la idea de una aparentemente transparente escritura.

Qué gran importancia, pues dejando constancia circunscribe lo interior y lo exterior. Y a fin de cuentas, un elemento más que nos muestra el fugaz pasar de la vida ante nosotros. Si, mi gran enemigo: el tiempo.

Libros de diferente finalidad entre las manos y concretando:
    ¡Soy un círculo en el rodeo de la vida!, ¿qué no me crees?¡Verás: soy vida en la vida y mañana llegaré a ti de forma diferente¡.

Darle las gracias a la escritora Consuelo Triviño por su conferencia y por las recomendaciones de la obra Pedro Páramo del escritor mexicano Juan Rulfo, del escritor Fernando Pessoa para cuando tengamos más de cuarenta años…y de Mario Vargas Llosa “Consejos para un buen escritor”. A la vez agradecerle el recordatorio de que el libro es un medio de felicidad, de originar nuevas experiencias y de abrir la mente. De la necesidad de ser gran lector para ser gran escritor. Y aunque no lo dijo explícitamente, sí hizo posible concretar que la tarea constante de lectura y escritura es un secreto para ser GRAN…DE. Grande para comprender, para hacer comprenderse.